El siguiente episodio es un ejemplo del control que ejercían los caciques locales sobre la ruta costera a Valdivia. En 1784, se celebró un exitoso parlamento de paz entre el intendente de Concepción, Ambrosio O'Higgins, y diversos jefes mapuches en Lonquilmo (Isla del Laja). Esta ciscunstancia alentó al obispo de Concepción, Francisco de Borra José Marán, a viajar, en 1787 por su los territorios indígenas que pertenecían hipotéticamente a su diócesis. Marán emprendió su viaje con reducida escolta y abundante equipaje de alajas y baratijas, destinadas a atraer la simpatía de los indígenas. La crónica del valdiviano Vicente Carvallo y Goyeneche (1796) relata lo sucedido entonces en Tirúa: "El cacique Analican, de la parcialidad de Repocura, puesto a la testa de doscientos hombres sorprendió en los pinares de Toquigua (noviembre 28 de 1787) no mui distante del río Caitén. Se apoderó de los equipajes, de las caballerías, i de la mulería. Los criados i mozo de mulas lloraron ocultarse en aquellos bosques, mientras que Analican se entretenía en el pillaje, pero Felipe Tejada i Jacinto Quiroga, dragones veteranos que acompañaban al reverendo obispo i quisieron defenderse, perecieron a manos de la multitud. El ilustrísimo i su comitiva se hallaban a distancia de más de trescientas toesas del alojamiento, caminando hacia él, cuando Analican se presentó a la vista, i tuvieron tiempo para volver las herraduras, i salvar sus personas, a que les dio lugar la codicia de los insurgentes, que cada uno se empezaba en hacer presa, porque el que no la hace vuelve a su casa con las manos vacías, i por eso descuidaron de las personas. Antes de ponerse el sol llegó el reverendo obispo con los demás a los montes de Tirúa, sobre la ribera meridional del río de este nombre. Allí acordaron volver a la plaza de Arauco, pero lo contradijo el cacique Pollma, que procediendo de mala fe supuso que en la embocadura al mar del río Lleulleu les aguardaba un escuadrón de los insurgentes para quitarles la vida, i resolvieron seguir la marcha para Valdivia tomando la derecha de la ribera cielo mar, peligrosa pero corta. El 3 de diciembre se hallaban a distancia de cuatro leguas de la entrada del Caitén en el mar, i entraron en mayores angustias. Tuvieron noticia (aunque falsa i maliciosamente dada) de que los insurgentes tenían cortada la retirada a la plaza de Arauco i al propio tiempo se les reunieron José Arraigada i Camilo Fernández, arrieros, i les avisaron de su mayor peligro en la continuación de aquella ruta. Porque el cacique Marinan con un trozo de quinientos indios, después de haber quitado la vida a su teniente de amigos Felipe Peña i haber maltratad al padre frai Francisco Fuertes, presidente de la casa de conversión de que hablan las actas del parlamento de Lonquilmo, cuya utilidad recomienda i pondera Don Ambrosio en el penúltimo capítulo de su citada del 20 de febrero de 1784, destruyó aquella misión el 29 de noviembre, i su padre misionero huyó a la plaza de Valdivia. Esta noticia les hizo conocer la imposibilidad de pasar el río Caitén acordonado por Marinan; i perdida ya la esperanza de libertarse de aquellos bárbaros, el cacique Curimilla se profirió a restituirlos a la plaza de Arauco. Pasó mensajes a los caciques Guentelemu, Guaiquipan, Marileubu i Catileubu para que franqueasen el camino por sus territorios, i para que diesen escolta de gente armada para la seguridad del reverendo obispo. Sin dificultad accedieron a la mediación de Curimilla, porque la suerte ya habla decidido a favor de la vida de su ilustrísima, sorteada en una lid que llaman juego de chueca, i lo condujeron a la expresada plaza, desde donde se trasladó a la ciudad de la Concepción, que se hallaba en públicas rogaciones, con el Santísimo Sacramento manifiesto, por la preciosa vida de su prelado, i entró en ella el 9 de diciembre a los treinta i siete días de su salida. Todo el pueblo bajó a la ribera del Biobío a recibir a su pastor que habían llorado difunto. El devoto sexo manifestó con impetuoso llanto su doloroso sentimiento de verle regresar como si saliera de un naufragio, i los vecinos de alguna conveniencia le obsequiaron con las cosas necesarias para lo más esencial de su decencia". En resumen, la vida del obispo se jugó en un partido de chueca.
2013-03-14
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment