2007-08-15

LOS ARAUCANOS o MAPUCHES


En el siglo XV, las huestes conquistadoras de Túpac Inca penetraron en el país de Chili ("tierra del frío", en quichua). Allí sometieron a las diversas tribus chilenas afincadas desde la puna de Atacama hasta el río Maule; más allá de este río, establecido como límite sur del Tahuantinsuyo incaico, permanecieron sin ser dominados, conservando su independencia política y cultural, los aguerridos mapuches. No sólo interpusieron los mapuches su fuerza militar ante los incas, sino que su lengua y cultura fueron también barreras impermeables a la "quichuanización". Tan fuerte y arraigada en la región era la tradición cultural mapuche, que paulatinamente comenzó a producirse una interesante expansión desde los valles chilenos hacia los pueblos aborígenes del lado argentino establecidos cerca de la Cordillera de los Andes.

Si bien en principio fueron sólo influencias culturales, luego, a partir de los siglos XVII y XVIII, sobrevino un progresivo proceso migratorio del que participaron miles de mapuches chilenos. Las causas de esta fuerte movilización las encontramos en la presión que la conquista española fue aplicando sobre las tribus del norte chileno, que para evitarla fueron retirándose más al sur, empujando a los mapuches. Ya en las primeras décadas del siglo XIX, la guerra independentista iniciada en Chile los obligó a movilizarse otra vez más al sur. Pero fueron sobre todo la dureza de los combates, las constantes levas de indígenas para incorporarlos a las fuerzas militares, ya en el bando realista, ya en el criollo, las que hicieron que importantes contigentes de mapuches se pasaran del otro lado de la cordillera en busca de la tranquilidad de las pampas, región que desde hacía siglos visitaban con frecuencia y conocían a través de las leyendas o la tradición oral. Los conquistadores españoles les dieron el nombre de araucanos, pero ellos en su idioma, se identificaron como mapuches, la "gente de la tierra" (mapu=tierra, che=gentes). Los primeros en evidenciar el influjo mapuche, fueron los pehuenches de la Cordillera, quienes pronto adoptaron su lengua y vestimenta (en efecto, el nombre 'pehuenche' es de origen araucano: pehuen=pino, che=gente). Así, araucanos y pehuenches araucanizados influyeron sobre el resto de los indios pampas, quienes también rápidamente quedaron sumidos dentro del nuevo modelo cultural. Los mapuches supieron combinar distintas actividades económicas para obtener su sustento: fueron cazadores, recolectores, pastores, y agricultores. Si en algún momento un grupo se inclinó preferentemente a alguna de ellas lo fue por el condicionamiento que la naturaleza circundante les daba.El monte fue el hábitat más común de los mapuches, y lo encontraron en abundancia desde el sur de las provincias de Córdoba y San Luis hasta el centro de las de La Pampa y Buenos Aires. El monte les brindaba madera, vegetales, piezas de caza para alimento, vestimenta y comercio, además de buenos pastos y aguadas para su ganado doméstico. Conocían además el secreto para hallar agua en medio de la llanura: trepaban a un médano en donde excavaban un pozo, que llamaban jagüel, y de allí extraían abundante agua dulce. En las zonas donde disminuia el monte y se producían los claros, los araucanos plantaban sus cultivos; utilizaban arados de madera, tirados por un par de bueyes (técnica aprendida de los blancos) y sembraban trigo, maíz, ají, zapallo, sandía, etc. Realizaban el trillado de las mieses practicando una técnica muy antigua, ya utilizada por pueblos como el egipcio: en una especie de corral circular cercado por una empalizada colocaban las parvas de trigo; luego hacían ingresar a algunos animales (generalmente caballos) los que constantemente pisaban los granos y así, poco a poco se desprendían las cáscaras de los granos. Posteriormente, algunos hombres provistos de palas, arrojaban al aire los granos para que el viento arrastrara las cascarillas y sólo quedara el grano limpio, que más tarde era molido en morteros y transformado en harina. Fueron hábiles con sus manos y aprovecharon todos los materiales que el medio les proporcionaba. De los animales que criaban y cazaban, utilizaban sus cueros, huesos, tendones, cerdas, crines, cuernos. Todo servía para elaborar utensilios, adornos, o armas. Las mujeres araucanas tejían ponchos y mantas de variados diseños. En su vestimenta usaban dos prendas: una cubría todo el cuerpo, dejándole libre los brazos y la parte inferior de las piernas, y con una faja de lana se lo ceñía a la cintura, la otra servía de capa y se colocaba sobre los hombros. Los hombres utilizaban el chiripá, una tela que cubría la parte delantera de los muslos hasta la rodilla, sujetándose por intermedio de una faja a la cintura. Para protegerse del frío usaban el poncho o bien el quillango tehuelche y calzaban botas de potro, realizadas con el cuero de los miembros traseros de un caballo con el pelo hacia adentro. Para azuzar a las cabalgaduras se colocaban pequeñas espuelas de madera, hierro, bronce o plata.Los araucanos poseían una familia extensa: padre, madre, hermanos y hermanas, nietos y abuelos, todos convivían en un mismo toldo y componían un mismo linaje o dinastía. Una de las más famosas fue la que fundó el notable cacique Calfucurá,
cuyo nombre significa "piedra azul" (calfú= azul, curá=piedra) y que continuó uno de sus hijos, también cacique famoso, con el nombre de Namuncurá ("pie de piedra"). Los araucanos practicaban la poligamia, pero consideraban que para convivir con varias esposas había que ser rico, pues era costumbre que el hombre pagara una dote a los padres de la novia. En el aspecto religioso, los mapuches adoraban a un ser supremo llamado nguenechén -"el dueño de la gente"- creador del cielo y de la tierra, señor de la fecundidad y de las cosas buenas. Opuesto a este dios superior se encontraba el demonio gualichu, representación del mal muy extendida entre las tribus de la Pampa y la Patagonia. Solían realizar sacrificios de animales -yeguas, ovejas, etc.- para atraer la suerte y sus ritos estaban precididos por una especie de hechicero llamado "machi", quien también ejercía el arte de curar y se creía que podía desencadenar catástrofes, daños a terceros, y adivinar el futuro. Una tradición mapuche lo constituia el nguallatún, una fiesta religiosa colectiva que servía para pedir al dios supremo desde una buena cosecha, salud, comida, hasta fecundidad, amor y protección contra los espíritus del mal.El comercio fue otra de las grandes actividades practicadas por los mapuches, en particular, el del ganado caballar y vacuno. Los animales cimarrones eran capturados en la llanura pampeana y arreados hasta el otro lado de la Cordillera, donde eran objeto de trueque con sus hermanos aborígenes de Chile. Pero la excesiva matanza realizada tanto por indios como por blancos, sumado al progresivo crecimiento de las estancias coloniales situadas en la zona fronteriza hicieron que el ganado salvaje disminuyera en forma casi total. Esta situación hizo que los mapuches recurrieran al saqueo de las estancias para procurarse aquello que necesitaban para alimentarse y comerciar, volviendo a tensar las ya dificultosas relaciones entre blancos e indios. Tratando de frenar la presión de los pampas, los gobiernos de Buenos Aires hicieron avanzar militarmente la frontera sur-suroeste de la provincia, invadiendo, saqueando y quitándoles a los indios gran parte de las tierras dedicadas a la cría y pastoreo del ganado. La respuesta ante el malón blanco fue el malón indígena. Terror de las poblaciones fronterizas, el malón se transformó en una actividad económico-militar: los mejores guerreros pampas montados y provistos de la chuza (una larga lanza de tres o cuatro metros hecha de tacuara y con punta fabricada con una hoja de tijera de esquilar) participaban del mismo. En ocasiones, tomaban prisioneros, preferentemente mujeres y niños; estos cautivos eran utilizados como sirvientes o los intercambiaban por otros bienes. También existía otro tipo de malón, de mayor envergadura, organizado con antelación, en el que participaban cientos de guerreros, y cuyo objetivo también era mayor. En estos casos los malones podían atacar sucesivamente varios objetivos como las poblaciones de Bahía Blanca, Azul, Tandil, Tapalqué, etc. Desde Buenos Aires se organizaron tres expediciones en el siglo XIX para terminar con los malones: la primera en 1823, llegando hasta las Sierras de Tandil con la fundación del fuerte Independencia por el gobernador Martín Rodríguez; la segunda hasta el Río Negro con Juan Manuel de Rosas, en 1833; finalmente, la tercera y definitiva con Julio Argentino Roca en 1879, que acabó con la derrota total de los pampas en lo que se llamó la "Conquista del Desierto"

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