2007-08-15

OCASOS DE HUENTECHES Y OTROS

A diferencia de otros grupos indígenas, los pueblos "araucanizados" se organizaron bajo la égida de fuertes liderazgos. Así, entre la Cordillera de los Andes, por el oeste, el río Diamante al norte, el Limay por el sur, y el Salado por el este sentaron sus bases las tribus pehuenches, bajo el cacicazgo de jefes como Reuque Curá y Feliclano Purrán.

Más allá del río Salado hacia el este, sobre la región del Monte, comandados por los caciques Llanquetruz, Painé y Mariano Rosas se encontraban los ranqueles. Al sur de éstos, en las Salinas Grandes, y señoreando sobre gran parte de la pampa húmeda, se extendía el poder de la dinastía de los Curá: Calfucurá y su hijo Namuncurá. Al noroeste de la provincia de Buenos Aires, se encontraban las tribus del temido Pincén; mientras que en las Sierras de Tandil se asentaban los guerreros de Catriel y Coliqueo. Finalmente,entre el río Neuquén y el Negro, en "el país de las Manzanas", se asentaban los mapuches de Saihueque, quien mantenía bajo su férula a los puelches y tehuelches araucanizado. A mediados del siglo XIX, y en razón de defenderse de los blancos, se formalizaron dos importantes confederaciones de araucanos: una, liderada por Calfucurá, quien había llevado buenas relaciones con Juan Manuel de Rosas; pero derrocado éste en 1852, volvió a "malonear" en la frontera. La otra gran fuerza indígena la componían los ranqueles. Los gobiernos porteños trataron infructuosamente de mantener su frontera mediante la política de establecimiento de fortines y tratados por los cuales se otorgaban algunos beneficios a los aborígenes (yerba, ganado, bebidas alcohólicas, tabaco, azúcar, harina, jabón, etc.) a cambio de que se mantuvieran en paz. Pero en la segunda mitad del siglo XIX, la inserción de la Argentina en la economía mundial como país productor de materias primas y alimentos para el mercado exterior necesitó del campo para producir estos bienes y así también hacer desaparecer las fronteras internas de un país que ya se había dado su Constitución en 1853. A partir de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), el ejército de línea inició una tarea de modernización de su equipo militar, y uno de los cambios fundamentales fue la adquisición del fusil de retrocarga Remington y del revólver, en sustitución de los fusiles y las carabinas de chispa. En la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880), el llamado "problema del indio" fue enfrntado por el ministro de Guerra Adolfo Alsina, quien inició su plan de avanzar la frontera tomando y asentando fuertes y fortines en los lugares claves, a partir de los cuales se levantarían poblaciones. Esta nueva línea de frontera se comunicaría con Buenos Aires mediante el telégrafo y estaría ayudada en su defensa por un gran foso de dos metros de profundidad (la "Zanja de Alsina") para dificultar los malones, particularmente el arrío de ganado hacia sus bases. Entre 1876-1877 quedó establecida una nueva frontera con nuevos fuertes erigidos en Trenque Lauquen, Guaminí, Carhué y Puán. Pero el nuevo ministro de Guerra, general Julio Argentino Roca proyectó un plan más ofensivo, consistente en localizar y atacar a los aborígenes en sus tolderías e iniciar una guerra de exterminio sistemática. En 1878 se realizó la primera campaña militar y la segunda al año siguiente: para julio de 1879, la derrota pampa era total. Muchos lograron huir hacia la Patagonia, otros se arrinconaron contra la Cordillera de los Andes, y otros tantos lograron cruzarla. 14.000 indios fueron capturados, extrañándoselos en alejadas colonias, incorporados por la fuerza a la Marina de Guerra, como trabajadores forzados a la isla Martín García, a donde fueron a parar unos 800 ranqueles para hacer adoquines empleados en el empedrado de las calles de Buenos Aires y otras tareas por el estilo.

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